23.2.13

Pablo Milanés: De bandera de la revolución al olvido

POR IVAN GARCIAESPECIAL PARA DIARIO LAS AMERICAS


En 1990, cuando se iniciaron los años duros del ‘período especial’, Fidel Castro, con las arcas desnudas y las cifras en rojos, decidió convertir a Cuba en un fortín. El PIB había caído un 35%. La gente comía poco y mal. Los apagones eran de 12 horas al día. Y las bicicletas y bueyes sustituían a los autos y tractores.

El presidente español Felipe González le soplaba consejos políticos al comandante en el oído. “Fidel no puedes convertir la isla en una Numancia”, en referencia al cerco de la ciudad ibérica por tropas del general romano Escipión. A Castro, quien ya en plena crisis de los cohetes en 1962 había sugerido al mandatario ruso Nikita Kruschov disparar primero sus misiles, le agradó la analogía.

Fue en esa etapa, cuando los talibanes ideológicos que manejaban los hilos de la política informativa, decidieron convertir en himno de combate una de las canciones de Pablo Milanés. En medio de ese delirio de inmolación, en marchas, aniversarios de la revolución y maniobras militares contra una supuesta invasión de Estados Unidos, retumbaba la estrofa final de Cuando te encontré:

Y se encontrarán los del machete aguerrido con el último héroe que hasta hoy se ha perdido, todos gritarán será mejor hundirnos en el mar que antes traicionar la gloria que se ha vivido.

Pablito, como le decían, era entonces un ícono. Había llegado a la cultura de masas gracias al Movimiento de la Nueva Trova, creado en 1972 por Haydée Santamaría, presidenta de la Casa de las Américas y heroína de la revolución. Fue uno de sus fundadores, junto a Silvio Rodríguez.

Pablo Milanés Arias nació el 24 de febrero de 1943. En una fecha patria (estallido independentista organizado por José Martí en 1895), y en una localidad histórica: Bayamo, actual provincia Granma, a más de 800 kilómetros al este de La Habana. San Salvador de Bayamo fue la segunda villa fundada por Diego Velázquez, hace 500 años, el 5 de noviembre de 1513. La ciudad es cuna del Himno Nacional (20 de octubre de 1868) y de la rebeldía insurgente.

Muy joven, Pablo arribó a la capital, con la intención de estudiar música en el conservatorio. Ya era un buen exponente de la música tradicional y el feeling, movimiento musical surgido en La Habana de los 40, donde el sentimiento definía la interpretación. Un estilo influenciado por las corrientes estadounidenses en las composiciones románticas y el jazz.

Su primer gran éxito ocurrre en 1965 con la guajira-son Mis 22 años, considerada un nexo entre los dos movimientos, el del feeling y el de la nueva trova. En 1966, como le ocurrió a unos 48 mil jóvenes de toda la isla, por el solo hecho de ser religiosos, homosexuales, roqueros o artistas, Pablo es enviado a la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), una especie de ‘gulags’ en la provincia de Camagüey. Tenía 23 años. La represión contra el cantautor la vivió en primera persona la actriz y cantante Myriam Acevedo, exiliada en Italia. Se lo contó a la periodista Tania Quintero en una entrevista realizada en enero de 2009:

“Pablo Milanés, junto con Ricardo Barber, un actor de teatro, ambos amigos míos, fueron llevados a la UMAP y encarcelados en aquel campo de concentración. Ricardo me escribió un telegrama que decía: ‘Si no me sacas de aquí me suicido’. Di la voz de alarma, y en la Unión de Escritores y Artistas se formó una comisión de diez intelectuales, entre ellos yo, para discutir el problema de la UMAP con el Ministro de Cultura. Ni ese primer intento ni ninguno de los posteriores dieron resultados. Entonces Ricardo y Pablito planean la fuga y se escapan de la UMAP, en Camagüey.

“Recuerdo que estaba cantando en El Gato Tuerto cuando veo aparecer el ‘fantasma’ de Pablo Milanés, a quien yo hacía en la UMAP. Pero no, Pablito estaba allí, mientras yo estaba interpretando su canción ‘Ya ves, yo sigo pensando en ti’. A Ricardo lo tuve escondido tres días en mi casa. Pero tanto Pablito como Ricardo tuvieron que entregarse y volver a la UMAP”, recordó Myriam Acevedo.

Era la época de la guerra en Vietnam. Y Pablo Milanés toma partido por las causas políticas y sociales. En 1968 ofrece su primer concierto con Silvio Rodríguez en la Casa de las Américas. Después que en 1972 fuera miembro ilustre de la nueva canción revolucionaria, comparte escenario con lo más granado de la canción comprometida en el continente y España. Violeta Parra, Chico Buarque, Simone, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Vinicius de Moraes, Milton Nascimento, Víctor Jara, Fito Páez, Joaquín Sabina, Ana Belén y Víctor Manuel, entre otros, han cantado con Pablo en conciertos o grabado discos.

A principios de los años 80, el autor de Yolanda, una de las canciones más interpretadas en todo el mundo, decide formar su propio grupo musical, uno de los mejores de Cuba, por los excelentes músicos, acertados arreglos y variedad de géneros. Pablo siguió apostando por canciones protestas: No vivo en una sociedad perfecta, Hombre que vas creciendo, La vida no vale nada, Pobre del cantor y Yo pisaré las calles nuevamente, entre otras.

Otra faceta destacada es haber rescatado vacas sagradas de la música cubana. Mucho antes de que el alemán Win Wenders y el gringo Ry Cooder, en 1996, recorrieran La Habana en una moto rusa para filmar el documental Buena Vista Social Club, ya Pablo había grabado más de un disco con músicos que fueron conocidos y ahora desahuaciados, entre la escasez y el ron barato.

En los 80 grabó con viejos trovadores como Luis Peña, El albino, Cotán y una pléyade de intérpretes olvidados: Pío Leyva, Ibrahim Ferrer y Compay Segundo. Ha sido promotor de jóvenes valores como Gerardo Alfonso, Raúl Torres o Los Aldeanos, a quienes invitó a compartir escenario en un recital ofrecido en el malecón habanero, en el verano de 2008. O de sus propias hijas, Haydée y Lynn Milanés, herederas del talento musical de su padre.

Es uno de los cantautores cubanos que más discos ha grabado, con repertorios y estilos muy variados: trova, boleros, feeling, números románticos... También ha compuesto música para películas y series televisivas.

Mientras Silvio Rodríguez iba tejiendo una red de amistades e influencias con pesos pesados del régimen verde olivo, Pablo Milanés levantaba ronchas por el quehacer de su Fundación -clausurada por desavenencias con Armando Hart, en ese momento ministro de Cultura- y por canciones desgarradoras en apoyo de los homosexuales, como El pecado original.

Silvio y Pablo son dos piezas claves de la canción revolucionaria. Rodríguez pasó de ser un crítico abierto del estado de cosas en la década 1960-70, a un ferviente admirador de Fidel Castro. Milanés recorrió un camino a la inversa.

Su posición política se modificó. En una entrevista concedida a Univisión en Washington DC, en agosto de 2011, cuando inició su gira por Estados Unidos, declaró: “Yo he sido fidelista, ya no soy fidelista”. Sus posturas contestatarias las ha pagado con un discreto silencio en los medios oficiales.

De himno de la revolución pasó al cajón de los olvidos. Lentamente, en fade, la radio y televisión nacional lo ha ido relegando. A sus 70 años, pocos en Cuba están al tanto de sus últimas canciones y conciertos, de su salud o en qué país actualmente reside.

En una autocracia, levantar la voz sin autorización tiene sus consecuencias. La lealtad tiene que superar al talento. Llámese como se llame. Incluso, Pablo Milanés

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